martes, 7 de agosto de 2012

Proyecto Edén: Capítulo Nº 3



MADRE ingresa en la celda del Hunter, que está encadenado de brazos y piernas, y él, al verla, trata de soltarse pero lo electrocutan las cadenas. Grita de dolor, pero sigue intentado soltarse, quiere atacarla, mientras que ella se acerca sonriendo. Alrededor hay otros guerreros de la Resistencia. El lugar es aceptablemente grande, de ladrillos y cemento, con una puerta fuerte de metal. De las paredes salen varias cadenas que robaron de las reservas de OMEGA. El lugar es gris, lleno de olor a humedad y polvo. Un banquito y una pequeña mesa están acomodados contra una pared, cercana al Hunter, donde hay una jarra con agua y un vaso de metal.
—Hmph, no podrás soltarte, esas cadenas pertenecían a los militares… supongo que las conocés muy bien ¿verdad? Son utilizadas para controlar a los Hunter… —sonríe, él intenta soltarse nuevamente pero se electrocuta y grita de dolor—. Veo que los Hunters pueden sentir dolor, quizás aún quede algo de humano en ustedes. Ahora respondé, ¿a quién obedecés? —se para frente a él.
INFORMACIÓN CLASIFICADA —MADRE lo golpea en el vientre con fuerza, obligándolo a doblarse y electrocutarse. Su traje se deshace un poco.
—¿Quién es tu superior? ¿Cuál era tu misión?
INFORMACIÓN CLASIFICADA —vuelve a golpearlo.
—¿Cuál es tu nombre, Hunter?
MI NOMBRE ES HUNTER N° 00…
¿Zero? ¿Acaso es el primer Hunter? —piensa mirándolo, sorprendida, luego continúa su interrogatorio—. Respondé, Zero, ¿tu nombre cuál es?
MI NOMBRE ES HUNTER N° 00.
—¡Dije tu nombre no tu código! —vuelve a golpearlo.
MI NOMBRE ES HUNTER N° 00.
—Es inútil, estas basuras están programadas para no decir nada, son sólo maquinas asesinas… —suspira llena de odio.
—MADRE, recuerde que los Hunters son humanos modificados genéticamente. Se les lava el cerebro y reemplazan sus recuerdos y sentimientos con sangre y pelea. No tienen sentimientos, ni corazón… sólo saben obedecer y matar. Hasta matan niños, son basura inservible… —acota Flor con desprecio, una joven y delgada mujer que está sentada en una silla cruzada de piernas, con la falda de su vestido blanco cayendo con gracia por sus largas piernas.
—Denle algo de beber… —MADRE voltea para irse—. Y trátenlo bien…
—Pero MADRE, el mató a nuestra gente, ¡él mató a los chicos y…!
—Nosotros no somos como los Bleirskin, por más que sea un Hunter, por más que sea una Bio-Arma… aún es un humano, aún bombea sangre en su cuerpo, aún tiene vida… y en algún momento fue un Olvidado como nosotros, ¿te agradaría que si te convirtieran en Hunter te matáramos de sed? No lo creo, ¡ahora hagan lo que ordeno! —abre la puerta y sale de la habitación.
Más tarde, cuando la vigilancia del Hunter debe cambiarse, Hayleén abre la puerta de la celda y entra a ver al Hunter, se para frente a él y lo mira en silencio, le mira esa máscara, ese extraño casco, los fuertes y trabajados músculos escondidos por ese traje blanco, ahora lleno de agarres y cadenas. Su largo cabello rubio y lacio cayendo por los costados. Él la mira y le habla, asustándola.
¿QUÉ…QUERÉS…? —mira a esa pequeña per formada niña, de cabello rubio lleno de bucles, ojos verdes y mirada tímida, con un humilde vestido casero. El retrato de MADRE en versión pequeña.
—Eh, es que… yo…—retrocede un poco pero continúa mirándolo. Él la mira en silencio a través de su máscara—. Eh… ¿por qué no tomaste nada? ¿No tenés sed?
SÍ… QUE TENGO SED…
—¿Por qué hablás entrecortado? Es como muy raro.
NO LO SÉ, NO… LO RECUERDO…
—¿No te molesta tener puesto ese casco?
CON EL TIEMPO… UNO SE ACOSTUMBRA, PERO ME…  LASTIMA
Hayleén corre una banqueta hacia él y se sube encima, toca el casco por todos lados, hasta que da con un pentágono metálico en la parte de atrás de la cabeza, y unos agarres metálicos se esconden, metiéndose dentro de la máscara, liberándolo. Lo mira, ahora con el rostro libre de metal, le mira el rostro cuadrado, varonil, serio e inexpresivo. Sus ojos celestes, llenos de tristeza, dolor y confusión. Y su rostro blanco, hermoso. El largo cabello rubio cayendo sobre su rostro, es un hombre increíblemente hermoso.
—Ahí está… ¿ahora te sentís mejor? —Hayleén sonríe dulcemente.
—Sí, gracias. Vos… no sos mala como… ellos…
—Pero ellos no son malos, siempre me cuidan y son buenos conmigo…
—Me dijeron que matara a los… terroristas malos, ¿no… son malos?
—No, son buenos… —le da agua de tomar —. ¿Por qué cambió tu voz? Antes tenías la voz rara…
—El casco me… daba esa voz… —mira su casco en la banqueta, luego la mira, tan inocente—. ¿Cómo… te llamás…?
—Hayleén, ¿y vos cómo te llamás?
—No lo sé, no lo recuerdo, me dicen… Zero… —baja la mirada.
—¿Zero? Qué nombre tan raro… -
Zero intenta recordar su nombre, esforzándose demasiado, lastimándose. Pequeñas imágenes aparecen en su mente, de Jair Bleirskin dándole órdenes, de gente agonizando en sus manos, de la sangre salpicándolo, de miembros esparcidos por todos lados y lagunas carmesí por el suelo. Le duele, le duele la cabeza y le sangra la nariz. Grita de dolor al intentar recordar lo que, se supone, le habían obligado a olvidar. Hayleén grita desesperada, llorando, sin saber qué hacer, pero Rebeca, que escucha sus gritos, entra corriendo en su ayuda. Le pregunta qué sucede, ella se lo explica en medio de lágrimas, sintiéndose culpable. Rebeca mira a Zero sorprendida de que no haya intentado asesinarla, echa a Hayleén, mandándola con su madre. Se acerca a Zero y lo mira fijamente, pero él no la mira, tiene la cabeza gacha y el cabello tapándole el rostro.
—Te llamás Zero ¿verdad? —pregunta Rebeca con odio, Zero no responde, lo que hace que se enoje y lo golpee—. ¡Respondé maldita basura!
—Malos, son… malos…
—¿Eh, que somos malos? ¡Yo no fui quien asesinó brutalmente a ocho personas! —lo mira con desprecio.
—Cumplo… mi deber, eliminar a los… terroristas malos…
—¿Terroristas? ¡Maldita basura! —lo vuelve a golpear—. Por tu culpa, por tu culpa ahora mis amigos están muertos… —lo mira con los ojos empañados en lágrimas.
—¿Y a mi… qué? Sólo los fuertes… viven. Ellos eran débiles… —la mira bajo su cabello que cubre su rostro.
—¡¿QUIÉN CARAJO SOS PARA DECIDIR QUIEN VIVE O QUIEN MUERE?! —lo vuelve a golpear con fuerza—. ¡Vos mataste a mis amigos! ¡Por tu culpa varios bebés van a nacer sin un padre! ¡Y entre ellos está mi sobrino!
—¿Yo les quité… sus papás?
—Sí, sos un asesino, un asqueroso asesino, ¿la sangre de cuántas personas tenés en tus manos? ¿Cuántas familias rompiste? ¡Hijo de puta! —vuelve a golpearlo con fuerza, lo toma del rostro mirándolo con desprecio—. Tu cara, quiero ver tu cara, la cara del hijo de puta que asesinó a mis amigos… —lo mira a los ojos celestes y tristes, perdidos—. ¡Te odio! Te odio con toda mi alma, a vos, a los otros Hunters y a los militares, los detesto a todos, y algún día los voy a matar con mis propias manos, igual que te voy a matar a vos…
—Quiero ver que… lo intentes, no podrás vencerme. Sos… débil… lo veo en tus ojos, débil y siempre… llorando… —levanta una ceja, provocándola.
—¡¿Qué decís maldito hijo de puta?! —saca el cuchillo que lleva en la bota para matarlo, pero justo llega MADRE y la detiene.
—¡Basta Rebeca! No lo vamos a matar… —le frena la mano.
—¡Pero MADRE…!
—¡Dije que basta! No somos como ellos, ¿o acaso lo somos?
—No, no lo somos…
—Tengo una propuesta para hacerle al Hunter… —se acerca a él y le mira el rostro, retrocede unos pasos con los ojos abiertos, agitada y cubriéndose la boca—. ¡Su rostro! Se parece mucho a él, no, no puede ser… —piensa.
—¿Una… propuesta?
—Si, escuchame Zero… querés ser libre de nuevo, ¿verdad? —se cruza de brazos mirándolo.
—Sí, tengo que… regresar, la Comandante se va a… enojar si no estoy… —corre la mirada.
—Entonces te ofrezco un trato, pero tenés que jurar que cumplirás las reglas al pie de la letra…
—Sí, lo juro… ¿qué… debo hacer? —la mira a los ojos, su ojo derecho verde y el izquierdo ciego, con la cicatriz.
—Deberás vencer a mi mejor soldado, si lo vencés, te vas pero no decís nada de nosotros. Nunca nos viste, no viste cuantos guerreros tenemos, ni cuántas armas, ni heridos, ni nada, nada de nosotros. Y si perdés, te quedarás acá y me dirás todo lo que sabés de tus superiores…
—De acuerdo, será… sencillo…
—Pero pelearán mano a mano, sin armas, quien saque una arma hará que automáticamente gane el otro. ¿Aceptás las condiciones?
—¿Quién… es mi rival…? —esboza una pequeña sonrisa engreída.
—Ya lo sabrás, ahora suéltenlo y llamen a los chicos, quiero que presencien la pelea…
Un rato después, Zero está suelto, parado entre todos los guerreros en el patio central, desarmado y cruzado de brazos, sintiendo todos esos ojos que lo asesinan, sintiendo dagas invisibles clavándose en su nuca y maldiciones lanzándose contra él. Todos ven en él a sus amigos y familiares muertos, todos desean ver su cuerpo destrozado y su sangre esparcida por el suelo. Quieren verlo caer lenta y dolorosamente, y así gozar de su agonía, vengando a su gente caída.
MADRE se acerca a él, le recuerda las reglas y él responde asintiendo con la cabeza, esperando a su contrincante, buscándolo con la mirada. Mira a Joel con una sonrisa engreída, esperando tener la oportunidad de pelear contra él nuevamente, luego mira a Ángel, no lo ve como un peligro, puede notar que es fuerte, pero quizás no lo suficiente. Mira a un chico alto, delgado y de cabello ondulado castaño claro, llamado Chris. Sonríe, parece un buen contrincante a pesar de su rostro bondadoso. También ve a una chica parada junto a Chris, delgada y alta, chata, con un vestido celeste largo hasta las rodillas, cabello negro con flequillo recto y una cinta en el cabello, como bincha, ya la vio en la celda, se llama Flor. Ella también le parece interesante, será delgada pero se nota en su mirada fría una fuerza muy grande, sus ojos marrones que lo asesinan muestran una frialdad y una fuerza poco común. Luego ve a Levi, se sorprende y sonríe, siente en él una gran fuerza y habilidad, sabe que es el más fuerte de la Resistencia, aún sin que él mismo se dé cuenta, ve que es el más poderoso, también siente algo familiar en él, algo especial. Le llama mucho la atención, comparten algo muy familiar entre sí, algo único, algo poderoso. Luego mira a Rebeca, ella también es una buena opción, aunque no le tiene mucha fe, parece algo perdida, afectable a la hora de pelear. Se ve demasiado histérica, algo que puede jugar a su favor, sólo que en este caso él desea divertirse. Zero sigue mirando a todos a su alrededor… pero más que todo, le encantaría luchar contra MADRE. Él sabe, todos los Hunters saben quién es, cuan fuerte es, cuan temible es. Conocen las historias, la mejor líder femenina desde que la primer MADRE murió.
MADRE mira a la Resistencia entera, llama a Rebeca a pelear, sorprendiéndola. Rebeca le aconseja que elija a Joel, todos saben que Joel es mil veces mejor que ella. Todos se muestran sorprendidos por su elección, y más aún cuando MADRE se cruza de brazos con el rostro serio, manteniéndose firme en su elección. Rebeca asiente con la cabeza, y con cierto nerviosismo se para frente a Zero, en pose de pelea, mientras que él la mira casi analizándola, cruzado de brazos. Rebeca lo ataca, lanzándole una rápida trompada, pero él la esquiva corriendo el rostro, casi sin moverse, como si no la tomara enserio. Ella lo intenta dos veces más con cada brazo, coloca mucha fuerza en su pierna, impulsándola contra él para encajarle una patada. Se enoja cada vez que él la esquiva, burlándose de ella, mientras que Rebeca se cansa y se agita.
—¿Sólo eso podés… hacer…? —dice Zero parándole un puño.
—¡Callate! —Rebeca está cansada, le cuesta mucho esquivar sus golpes, que rompen todo a su paso y amenazan con separarle la cabeza del cuerpo.
—Sos débil… —esquiva los golpes de Rebeca, hasta que ella logra darle una patada al costado del cuerpo, y otra en el rostro con gran fuerza.
—¿Y, sigo siendo débil?
Zero intenta golpearla en el rostro, pero al ver sus ojos de color dispar se queda inmóvil, mirándolos confundido, casi hipnotizado por esos bellos colores. Quizás piense en porqué lleva un ojo verde y uno azul, acostumbrado a ver ojos de un mismo color. Ella sonríe, aprovecha esa distracción y le da una fuerte patada en el rostro que lo arroja al suelo. Se para junto a él, esperando a que se ponga de pie, provocándolo con una sonrisa engreída y su mano, diciéndole “vamos cosa, vamos”. Él hace ademán de pararse dificultosamente, apoyándose en una rodilla, pero la golpea de improvisto en el estómago con mucha fuerza, obligándola a caer de rodillas en el suelo agarrándose el vientre, escupiendo sangre.
Rebeca se pone de pie adolorida y continua peleando, salta un poco en el lugar y le lanza una rápida y fuerte patada, luego otra con la otra pierna, girando en el lugar e impulsándose para lanzarle otra más, con fuerza. Él intenta darle una trompada, pero ella se la frena, le dobla el brazo hacia atrás y lo lanza al suelo, pateándolo antes de que caiga. Él da una voltereta en el suelo y se pone de pie moviendo los hombros, como si se estuviera divirtiendo. Rebeca le encaja en el rostro dos patadas con ambas piernas, voltea y quiere darle un codazo, pero Zero la esquiva, se agacha y con dos dedos le toca la cintura de forma delicada, casi como una caricia, diciéndole:
—Dejás un espacio libre, nunca… hagas eso...
Rebeca abre los ojos sorprendida, casi asustada. Comienza a agitarse y se deja caer al suelo de rodillas, mientras que Zero se para mirándola desde arriba, serio, inexpresivo, esperando a que se rinda o que lo ataque. Ella apoya las manos en el suelo, aprieta los labios y los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas. Su cuerpo tiembla por el miedo y el nerviosismo que siente, recordando a Erik enseñándole a pelear, y cada vez que ella hacía ese ataque Erik le tocaba la espalda diciéndole “Dejás un espacio libre, nunca hagas eso”. Comienza a llorar, las lágrimas recorren su rostro hasta caer al suelo, todos la miran sin comprender qué es lo que le sucede, no es común verla tan afectada por una pelea.
—¿E-Erik? No, no puede ser… creí… creí que…
Aprieta los puños con fuerza, recordando la sonrisa de Erik, los días que juntos pasaron, la amistad que habían formado. La gran fuerza y determinación que ese niño tenía, ese niño que salvó su vida en más de una ocasión, ese niño que le enseñó sobre la guerra y le dio esperanzas. No quiere creerlo, es imposible que sea él…
Se pone de pie sacando el cuchillo que lleva en la bota, voltea e intenta atacarlo, él le frena la mano cortándose el guante izquierdo, pero Rebeca ve que tiene la cicatriz que Erik se hizo con el vidrio al caer al pozo. Se agita más, casi desesperada, se coloca tras él, que no llega a correrse, y le corta la espalda viendo la cicatriz que Erik se hizo protegiéndola de los militares, la cual ella tiene en el hombro derecho, esa pequeña marca que los une. Se cubre la boca llorando, dejando caer el cuchillo ensangrentado, mientras que las heridas de Zero cicatrizan enseguida. Retrocede unos pasos mirándolo.
—No, no puede ser, Erik, Erik… ¡¿qué te hicieron…?!
MADRE sonríe, cruzada de brazos, por un lado decepcionada de que Rebeca haya roto las reglas, le tenía fé. Y por el otro, orgullosa de sus propios pensamientos y suposiciones, viendo a Zero.
Tenía razón, es el hermanito menor de Jack… —mira una foto en su mano, donde está Bruce, Jack y Johnny uno al lado del otro, con Erik en el medio, bajo Jack, que lo abraza con sus fuertes brazos. Jack, idéntico a Erik, o Erik idéntico a él—. Esa manera de pelear, esa fuerza inhumana sólo podía ser de Jack…
Rebeca se acerca a Zero, lo mira entero, lo mira a los ojos celestes, con tristeza. Intenta tocarlo pero él la esquiva serio y le corre la mano, casi con desprecio, tomándolo como un ataque. Nuevamente intenta tocarlo, pero él le frena la mano mirándola, serio, inexpresivo.
¿Erik? Erik, ¿qué te hicieron?
—¿Erik...? ¿Ese es… mi nombre? — la mira confundido, doblando el cuello. Ella lo toma del rostro, sin darle tiempo a esquivarla.
—¡Erik! ¡Decime por favor que te acordás de quien soy!
—No… recuerdo… —le mira los ojos, frunce el ceño, mirando esos ojos de color distinto, recordando algo…— Tus ojos… son diferentes…
—¡Son feos y raros! —suspira y piensa—. Por favor, acordate de eso, ¡por favor!
—Diferentes… no significa raro, son… lindos…—la mira fijo a los ojos, recuerda a Rebeca de niña, sus ojos tímidos, inocentes y llenos de dulzura, su pequeño rostro redondo y rosado. Se agarra la cabeza adolorido, los recuerdos lo lastiman, recordar lo lastima, recordar lo que le habían obligado a olvidar. Grita de dolor, sintiendo que su cerebro se oprime.
—Erik, prometiste que me cuidarías, que… que jamás dejarías que me pase nada, prometiste que no me dejarías sola, no… ¿no lo recordás? ¡Me diste tu palabra de hombre! — las lágrimas se niegan a dejar de caer.
—¿Yo… prometí...? No recuerdo… no…
—¿Y esto? —se desata el pañuelo rojo de la bota y se lo muestra—. ¿No te acordás?
—Eso es mío, yo… se lo di a… —se agarra la cabeza adolorido, gritando de dolor, hasta dejarse caer al suelo de rodillas, sufriendo. Todos lo miran asustados, confundidos.
—Me lo diste a mí, me lo diste a mi Erik… te lastimaste por mi culpa ese día…
—Yo… yo protegía…
Erik grita nuevamente, comienza a recordar imágenes del pasado, recuerda a Rebeca llorando, su sonrisa dulce y tímida, sus ojos. Recuerda su largo cabello negro que bailaba en el aire al corretear, sus miles y miles de preguntas. Su manera de esconderse tras él al escuchar algún sonido extraño, y su rostro sereno al dormir junto a él. Recuerda cuando él se lastimó la mano protegiéndola, cuando la curó, cuando la llevaba a caballito, cuando ambos se lastimaron con el ataque del militar; y por último se acuerda cuando se lo llevaron los militares. Grita de dolor, ese dolor punzante, agonizante, esas puntadas en la cabeza que lo atormentan junto con los recuerdos olvidados. Siente que un taladro tortura su cerebro, que se lo exprimen. Le sangra la nariz por el esfuerzo, hasta caer desmayado, inconsciente. Rebeca se acerca a él y lo sacude en sus brazos. MADRE los mira, seria.
—Vuélvanlo a atar hasta que sea momento de liberarlo…
—Pero MADRE, no pensará soltarlo ¿verdad? —Joel la mira, afligido.
—Sí, un trato es un trato, Rebeca rompió las reglas, él ganó…— suspira y voltea, saliendo de ahí.
Rebeca se pone de pie, mirando a todos a su alrededor, pero sin mirar a nadie. Con la mirada perdida, buscando algo desconocido. Ve a todos observar a Erik con desprecio, a Erik, a su amigo de la infancia, su primer amigo, el que le salvó la vida más de una vez, el que se hirió constantemente por su culpa, el que no comía hasta ver que ella se saciaba. El que ahora es un Hunter, el primer Hunter creado, el Hunter N° 00.
Sale corriendo del lugar, se siente estúpida, impotente, decepcionada, deprimida. Corre hacia el cuarto de las mujeres y se deja caer en la parte de debajo de una cama cucheta, su cama. Se refriega los ojos llorando, preguntándose qué pasó, porqué, preguntándole a Dios porqué permitió que le hicieran eso a un chico tan dulce como él, ahora hecho un hombre que sólo sirve para matar, que obedece órdenes como un robot.
Joel entra enseguida y la ve sentada refregándose los ojos, se agacha frente a ella mirándola con tristeza.
—Hey, Rebeca… ¿por qué hiciste eso? ¿Por qué rompiste las reglas? Pudiste haber ganado… hey, no llores… —le seca las lágrimas—. ¿Por qué lloras? ¿Es porque perdiste?
—No es eso, es que… yo conozco a ese Hunter —baja la mirada con tristeza, llorando con más fuerza—. Era amigo mío… —Joel abre los ojos como platos, y se impulsa hacia atrás casi cayéndose al suelo, mientras que ella continúa— Él es Erik, el amigo que te conté… —aprieta el pañuelo rojo de Erik en su mano, llena de ira—. Esos hijos de puta lo convirtieron en una cosa…  —cierra los ojos llorando llena de odio—. Los voy a matar, juro que los voy a matar… —se cubre el rostro llorando desconsoladamente—. Me siento tan sola…
—Hey, no estás sola…—la abraza, acariciándole el cabello corto—. Pero, ¿qué vas a hacer? Él ahora es un Hunter, no importa si era tu amigo, ahora sólo es una máquina de matar, algo inútil. Lo mejor sería matarlo, no podemos liberarlo. No importa quién fue, ¡ya no te recuerda! —Rebeca lo empuja, mirándolo con odio.
—¡Ya sé que no me recuerda! ¡Ya lo sé! ¡No hace falta que me lo digas!
—P-perdón… no quise hacerte sentir mal
—¡Jamás entenderías lo que siento! ¡Porque sos un egoísta que sólo piensa en si mismo!
—Hey, ¿por qué decís eso? No es cierto… —frunce el ceño.
—Yo peleaba para vengar a Erik, porque quería ser fuerte por él. Peleo por Dante, pero vos ¿por qué peleás? Sólo peleás por fama, para tener mas victorias acumuladas, peleás por la gloria… vivís hablando de Levi, pero sin embargo él arriesga la vida para salvar a los demás, aunque lo odien… ¡vos jamás harías eso!
—En eso estás muy equivocada… —se pone de pie dándole la espalda—. Yo no… no importa, te dejo sola…
Un rato después MADRE libera a Erik, recordándole el trato de no revelar nada sobre ellos. Mientras que Joel está sentado en las escaleras metálicas, rotas y oxidadas que están cerca de la entrada, fumando, mirando a Erik alejarse con su espada enorme, su traje y su casco. Aprieta el puño recordando lo que Rebeca le dijo, sintiéndose culpable.
—¿Tan basura soy? ¿Tanto… que hasta Levi es mejor que yo? Pero, yo si arriesgaría mi vida para salvar a los demás, para salvarte… —baja la mirada con tristeza, escuchando la voz de MADRE tras suyo.
—Parece que te peleaste con Rebeca… —sonríe, él gira para verla, luego baja la mirada.
—¿Tan egoísta soy…?
—¿Te digo la verdad o seguimos siendo amigos? —sonríe levantando una ceja, él aprieta los labios.
—Así que si es verdad, soy una basura…
—No sos una basura, pero tenés que admitir que sos muy egoísta y egocéntrico. Discriminás a los demás por ser diferentes, en especial a Levi, que es un chico muy dulce y con un gran corazón…
—No entiendo, ¿por qué lo quieren tanto? Es un maldito demonio, un asesino…
—¿No lo somos todos hoy en día?
—¿Por qué? ¿Por qué Rebeca llora por ese Hunter? Era su amigo… pero ahora es un Hunter, ¡ni la recuerda!
—Joel, si perdieras a Rebeca y después de tantos años la volvieras a encontrar, y ella no te recordara, ¿cómo te sentirías?
—Me sentiría muy triste, muy solo…
—Además ya perdió a Dante, debe estar sufriendo mucho, sigue queriéndolo y debe sentir su ausencia al ahora saber que también perdió a su amigo de la infancia…
—Dante, ese si que era un gran hombre y un gran guerrero… —suspira con tristeza.
—Sí, lo era, era como tu padre, si Dante estuviera con vida… podría reemplazarme tranquilamente… —voltea para irse.
—MADRE, ¡no diga eso! Si algo le pasara, no sé, no sé cómo podríamos seguir todos…
—Algún día me voy a ir Joel, no se puede escapar al destino, la muerte es algo inevitable, y luego de tanto dolor serían unas bellas vacaciones merecidad… —camina hacia la Resistencia, dejándolo solo, pero al llegar a la entrada se apoya en la puerta jadeante, agarrándose el pecho con dolor, sudando. Se cubre la boca y vomita sangre en la palma de su mano, mira ese rojo en su mano con tristeza—. Sé que pronto me voy a ir… ese… es el destino que me gané por ser quien soy…

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