MADRE
ingresa en la celda del Hunter, que está encadenado de brazos y piernas, y él,
al verla, trata de soltarse pero lo electrocutan las cadenas. Grita de dolor,
pero sigue intentado soltarse, quiere atacarla, mientras que ella se acerca
sonriendo. Alrededor hay otros guerreros de la Resistencia. El lugar es
aceptablemente grande, de ladrillos y cemento, con una puerta fuerte de metal.
De las paredes salen varias cadenas que robaron de las reservas de OMEGA. El
lugar es gris, lleno de olor a humedad y polvo. Un banquito y una pequeña mesa
están acomodados contra una pared, cercana al Hunter, donde hay una jarra con
agua y un vaso de metal.
—Hmph,
no podrás soltarte, esas cadenas pertenecían a los militares… supongo que las
conocés muy bien ¿verdad? Son utilizadas para controlar a los Hunter… —sonríe, él
intenta soltarse nuevamente pero se electrocuta y grita de dolor—. Veo que los
Hunters pueden sentir dolor, quizás aún quede algo de humano en ustedes. Ahora
respondé, ¿a quién obedecés? —se para frente a él.
—INFORMACIÓN CLASIFICADA —MADRE
lo golpea en el vientre con fuerza, obligándolo a doblarse y electrocutarse. Su
traje se deshace un poco.
—¿Quién
es tu superior? ¿Cuál era tu misión?
—INFORMACIÓN
CLASIFICADA —vuelve a golpearlo.
—¿Cuál
es tu nombre, Hunter?
—MI NOMBRE ES HUNTER
N° 00…
—¿Zero? ¿Acaso es el primer Hunter? —piensa
mirándolo, sorprendida, luego continúa su interrogatorio—. Respondé, Zero, ¿tu
nombre cuál es?
—MI NOMBRE ES
HUNTER N° 00.
—¡Dije
tu nombre no tu código! —vuelve a golpearlo.
—MI NOMBRE ES
HUNTER N° 00.
—Es
inútil, estas basuras están programadas para no decir nada, son sólo maquinas
asesinas… —suspira llena de odio.
—MADRE,
recuerde que los Hunters son humanos modificados genéticamente. Se les lava el
cerebro y reemplazan sus recuerdos y sentimientos con sangre y pelea. No tienen
sentimientos, ni corazón… sólo saben obedecer y matar. Hasta matan niños, son
basura inservible… —acota Flor con desprecio, una joven y delgada mujer que
está sentada en una silla cruzada de piernas, con la falda de su vestido blanco
cayendo con gracia por sus largas piernas.
—Denle
algo de beber… —MADRE voltea para irse—. Y trátenlo bien…
—Pero
MADRE, el mató a nuestra gente, ¡él mató a los chicos y…!
—Nosotros
no somos como los Bleirskin, por más que sea un Hunter, por más que sea una
Bio-Arma… aún es un humano, aún bombea sangre en su cuerpo, aún tiene vida… y
en algún momento fue un Olvidado como nosotros, ¿te agradaría que si te
convirtieran en Hunter te matáramos de sed? No lo creo, ¡ahora hagan lo que
ordeno! —abre la puerta y sale de la habitación.
Más
tarde, cuando la vigilancia del Hunter debe cambiarse, Hayleén abre la puerta
de la celda y entra a ver al Hunter, se para frente a él y lo mira en silencio,
le mira esa máscara, ese extraño casco, los fuertes y trabajados músculos
escondidos por ese traje blanco, ahora lleno de agarres y cadenas. Su largo cabello
rubio y lacio cayendo por los costados. Él la mira y le habla, asustándola.
—¿QUÉ…QUERÉS…?
—mira a esa pequeña per formada niña, de cabello rubio lleno de bucles, ojos
verdes y mirada tímida, con un humilde vestido casero. El retrato de MADRE en
versión pequeña.
—Eh,
es que… yo…—retrocede un poco pero continúa mirándolo. Él la mira en silencio a
través de su máscara—. Eh… ¿por qué no tomaste nada? ¿No tenés sed?
—SÍ… QUE TENGO
SED…
—¿Por
qué hablás entrecortado? Es como muy raro.
—NO LO SÉ, NO… LO
RECUERDO…
—¿No
te molesta tener puesto ese casco?
—CON EL TIEMPO…
UNO SE ACOSTUMBRA, PERO ME… LASTIMA…
Hayleén
corre una banqueta hacia él y se sube encima, toca el casco por todos lados,
hasta que da con un pentágono metálico en la parte de atrás de la cabeza, y
unos agarres metálicos se esconden, metiéndose dentro de la máscara,
liberándolo. Lo mira, ahora con el rostro libre de metal, le mira el rostro
cuadrado, varonil, serio e inexpresivo. Sus ojos celestes, llenos de tristeza,
dolor y confusión. Y su rostro blanco, hermoso. El largo cabello rubio cayendo
sobre su rostro, es un hombre increíblemente hermoso.
—Ahí está…
¿ahora te sentís mejor? —Hayleén sonríe dulcemente.
—Sí,
gracias. Vos… no sos mala como… ellos…
—Pero
ellos no son malos, siempre me cuidan y son buenos conmigo…
—Me
dijeron que matara a los… terroristas malos, ¿no… son malos?
—No,
son buenos… —le da agua de tomar —. ¿Por qué cambió tu voz? Antes tenías la voz
rara…
—El
casco me… daba esa voz… —mira su casco en la banqueta, luego la mira, tan
inocente—. ¿Cómo… te llamás…?
—Hayleén,
¿y vos cómo te llamás?
—No
lo sé, no lo recuerdo, me dicen… Zero… —baja la mirada.
—¿Zero?
Qué nombre tan raro… -
Zero
intenta recordar su nombre, esforzándose demasiado, lastimándose. Pequeñas
imágenes aparecen en su mente, de Jair Bleirskin dándole órdenes, de gente
agonizando en sus manos, de la sangre salpicándolo, de miembros esparcidos por
todos lados y lagunas carmesí por el suelo. Le duele, le duele la cabeza y le
sangra la nariz. Grita de dolor al intentar recordar lo que, se supone, le
habían obligado a olvidar. Hayleén grita desesperada, llorando, sin saber qué
hacer, pero Rebeca, que escucha sus gritos, entra corriendo en su ayuda. Le
pregunta qué sucede, ella se lo explica en medio de lágrimas, sintiéndose
culpable. Rebeca mira a Zero sorprendida de que no haya intentado asesinarla,
echa a Hayleén, mandándola con su madre. Se acerca a Zero y lo mira fijamente,
pero él no la mira, tiene la cabeza gacha y el cabello tapándole el rostro.
—Te
llamás Zero ¿verdad? —pregunta Rebeca con odio, Zero no responde, lo que hace
que se enoje y lo golpee—. ¡Respondé maldita basura!
—Malos,
son… malos…
—¿Eh,
que somos malos? ¡Yo no fui quien asesinó brutalmente a ocho personas! —lo mira
con desprecio.
—Cumplo…
mi deber, eliminar a los… terroristas malos…
—¿Terroristas?
¡Maldita basura! —lo vuelve a golpear—. Por tu culpa, por tu culpa ahora mis
amigos están muertos… —lo mira con los ojos empañados en lágrimas.
—¿Y a
mi… qué? Sólo los fuertes… viven. Ellos eran débiles… —la mira bajo su cabello
que cubre su rostro.
—¡¿QUIÉN
CARAJO SOS PARA DECIDIR QUIEN VIVE O QUIEN MUERE?! —lo vuelve a golpear con
fuerza—. ¡Vos mataste a mis amigos! ¡Por tu culpa varios bebés van a nacer sin
un padre! ¡Y entre ellos está mi sobrino!
—¿Yo
les quité… sus papás?
—Sí,
sos un asesino, un asqueroso asesino, ¿la sangre de cuántas personas tenés en
tus manos? ¿Cuántas familias rompiste? ¡Hijo de puta! —vuelve a golpearlo con
fuerza, lo toma del rostro mirándolo con desprecio—. Tu cara, quiero ver tu
cara, la cara del hijo de puta que asesinó a mis amigos… —lo mira a los ojos
celestes y tristes, perdidos—. ¡Te odio! Te odio con toda mi alma, a vos, a los
otros Hunters y a los militares, los detesto a todos, y algún día los voy a
matar con mis propias manos, igual que te voy a matar a vos…
—Quiero
ver que… lo intentes, no podrás vencerme. Sos… débil… lo veo en tus ojos, débil
y siempre… llorando… —levanta una ceja, provocándola.
—¡¿Qué
decís maldito hijo de puta?! —saca el cuchillo que lleva en la bota para
matarlo, pero justo llega MADRE y la detiene.
—¡Basta
Rebeca! No lo vamos a matar… —le frena la mano.
—¡Pero
MADRE…!
—¡Dije
que basta! No somos como ellos, ¿o acaso lo somos?
—No,
no lo somos…
—Tengo
una propuesta para hacerle al Hunter… —se acerca a él y le mira el rostro,
retrocede unos pasos con los ojos abiertos, agitada y cubriéndose la boca—. ¡Su rostro! Se parece mucho a él, no, no
puede ser… —piensa.
—¿Una…
propuesta?
—Si,
escuchame Zero… querés ser libre de nuevo, ¿verdad? —se cruza de brazos
mirándolo.
—Sí,
tengo que… regresar, la Comandante se va a… enojar si no estoy… —corre la
mirada.
—Entonces
te ofrezco un trato, pero tenés que jurar que cumplirás las reglas al pie de la
letra…
—Sí,
lo juro… ¿qué… debo hacer? —la mira a los ojos, su ojo derecho verde y el
izquierdo ciego, con la cicatriz.
—Deberás
vencer a mi mejor soldado, si lo vencés, te vas pero no decís nada de nosotros.
Nunca nos viste, no viste cuantos guerreros tenemos, ni cuántas armas, ni
heridos, ni nada, nada de nosotros. Y si perdés, te quedarás acá y me dirás
todo lo que sabés de tus superiores…
—De
acuerdo, será… sencillo…
—Pero
pelearán mano a mano, sin armas, quien saque una arma hará que automáticamente
gane el otro. ¿Aceptás las condiciones?
—¿Quién…
es mi rival…? —esboza una pequeña sonrisa engreída.
—Ya
lo sabrás, ahora suéltenlo y llamen a los chicos, quiero que presencien la
pelea…
Un
rato después, Zero está suelto, parado entre todos los guerreros en el patio
central, desarmado y cruzado de brazos, sintiendo todos esos ojos que lo
asesinan, sintiendo dagas invisibles clavándose en su nuca y maldiciones
lanzándose contra él. Todos ven en él a sus amigos y familiares muertos, todos
desean ver su cuerpo destrozado y su sangre esparcida por el suelo. Quieren
verlo caer lenta y dolorosamente, y así gozar de su agonía, vengando a su gente
caída.
MADRE
se acerca a él, le recuerda las reglas y él responde asintiendo con la cabeza,
esperando a su contrincante, buscándolo con la mirada. Mira a Joel con una
sonrisa engreída, esperando tener la oportunidad de pelear contra él
nuevamente, luego mira a Ángel, no lo ve como un peligro, puede notar que es
fuerte, pero quizás no lo suficiente. Mira a un chico alto, delgado y de
cabello ondulado castaño claro, llamado Chris. Sonríe, parece un buen
contrincante a pesar de su rostro bondadoso. También ve a una chica parada
junto a Chris, delgada y alta, chata, con un vestido celeste largo hasta las
rodillas, cabello negro con flequillo recto y una cinta en el cabello, como
bincha, ya la vio en la celda, se llama Flor. Ella también le parece
interesante, será delgada pero se nota en su mirada fría una fuerza muy grande,
sus ojos marrones que lo asesinan muestran una frialdad y una fuerza poco común.
Luego ve a Levi, se sorprende y sonríe, siente en él una gran fuerza y
habilidad, sabe que es el más fuerte de la Resistencia, aún sin que él mismo se
dé cuenta, ve que es el más poderoso, también siente algo familiar en él, algo
especial. Le llama mucho la atención, comparten algo muy familiar entre sí,
algo único, algo poderoso. Luego mira a Rebeca, ella también es una buena opción,
aunque no le tiene mucha fe, parece algo perdida, afectable a la hora de pelear.
Se ve demasiado histérica, algo que puede jugar a su favor, sólo que en este
caso él desea divertirse. Zero sigue mirando a todos a su alrededor… pero más
que todo, le encantaría luchar contra MADRE. Él sabe, todos los Hunters saben
quién es, cuan fuerte es, cuan temible es. Conocen las historias, la mejor
líder femenina desde que la primer MADRE murió.
MADRE
mira a la Resistencia entera, llama a Rebeca a pelear, sorprendiéndola. Rebeca
le aconseja que elija a Joel, todos saben que Joel es mil veces mejor que ella.
Todos se muestran sorprendidos por su elección, y más aún cuando MADRE se cruza
de brazos con el rostro serio, manteniéndose firme en su elección. Rebeca asiente
con la cabeza, y con cierto nerviosismo se para frente a Zero, en pose de
pelea, mientras que él la mira casi analizándola, cruzado de brazos. Rebeca lo
ataca, lanzándole una rápida trompada, pero él la esquiva corriendo el rostro,
casi sin moverse, como si no la tomara enserio. Ella lo intenta dos veces más
con cada brazo, coloca mucha fuerza en su pierna, impulsándola contra él para
encajarle una patada. Se enoja cada vez que él la esquiva, burlándose de ella,
mientras que Rebeca se cansa y se agita.
—¿Sólo
eso podés… hacer…? —dice Zero parándole un puño.
—¡Callate!
—Rebeca está cansada, le cuesta mucho esquivar sus golpes, que rompen todo a su
paso y amenazan con separarle la cabeza del cuerpo.
—Sos
débil… —esquiva los golpes de Rebeca, hasta que ella logra darle una patada al
costado del cuerpo, y otra en el rostro con gran fuerza.
—¿Y,
sigo siendo débil?
Zero
intenta golpearla en el rostro, pero al ver sus ojos de color dispar se queda
inmóvil, mirándolos confundido, casi hipnotizado por esos bellos colores. Quizás
piense en porqué lleva un ojo verde y uno azul, acostumbrado a ver ojos de un
mismo color. Ella sonríe, aprovecha esa distracción y le da una fuerte patada
en el rostro que lo arroja al suelo. Se para junto a él, esperando a que se
ponga de pie, provocándolo con una sonrisa engreída y su mano, diciéndole
“vamos cosa, vamos”. Él hace ademán de pararse dificultosamente, apoyándose en
una rodilla, pero la golpea de improvisto en el estómago con mucha fuerza,
obligándola a caer de rodillas en el suelo agarrándose el vientre, escupiendo
sangre.
Rebeca
se pone de pie adolorida y continua peleando, salta un poco en el lugar y le
lanza una rápida y fuerte patada, luego otra con la otra pierna, girando en el
lugar e impulsándose para lanzarle otra más, con fuerza. Él intenta darle una
trompada, pero ella se la frena, le dobla el brazo hacia atrás y lo lanza al
suelo, pateándolo antes de que caiga. Él da una voltereta en el suelo y se pone
de pie moviendo los hombros, como si se estuviera divirtiendo. Rebeca le encaja
en el rostro dos patadas con ambas piernas, voltea y quiere darle un codazo,
pero Zero la esquiva, se agacha y con dos dedos le toca la cintura de forma
delicada, casi como una caricia, diciéndole:
—Dejás
un espacio libre, nunca… hagas eso...
Rebeca
abre los ojos sorprendida, casi asustada. Comienza a agitarse y se deja caer al
suelo de rodillas, mientras que Zero se para mirándola desde arriba, serio,
inexpresivo, esperando a que se rinda o que lo ataque. Ella apoya las manos en
el suelo, aprieta los labios y los ojos con fuerza, tratando de contener las
lágrimas. Su cuerpo tiembla por el miedo y el nerviosismo que siente, recordando
a Erik enseñándole a pelear, y cada vez que ella hacía ese ataque Erik le
tocaba la espalda diciéndole “Dejás un
espacio libre, nunca hagas eso”. Comienza a llorar, las lágrimas recorren
su rostro hasta caer al suelo, todos la miran sin comprender qué es lo que le
sucede, no es común verla tan afectada por una pelea.
—¿E-Erik?
No, no puede ser… creí… creí que…
Aprieta
los puños con fuerza, recordando la sonrisa de Erik, los días que juntos
pasaron, la amistad que habían formado. La gran fuerza y determinación que ese
niño tenía, ese niño que salvó su vida en más de una ocasión, ese niño que le
enseñó sobre la guerra y le dio esperanzas. No quiere creerlo, es imposible que
sea él…
Se
pone de pie sacando el cuchillo que lleva en la bota, voltea e intenta
atacarlo, él le frena la mano cortándose el guante izquierdo, pero Rebeca ve
que tiene la cicatriz que Erik se hizo con el vidrio al caer al pozo. Se agita
más, casi desesperada, se coloca tras él, que no llega a correrse, y le corta
la espalda viendo la cicatriz que Erik se hizo protegiéndola de los militares,
la cual ella tiene en el hombro derecho, esa pequeña marca que los une. Se
cubre la boca llorando, dejando caer el cuchillo ensangrentado, mientras que
las heridas de Zero cicatrizan enseguida. Retrocede unos pasos mirándolo.
—No,
no puede ser, Erik, Erik… ¡¿qué te hicieron…?!
MADRE
sonríe, cruzada de brazos, por un lado decepcionada de que Rebeca haya roto las
reglas, le tenía fé. Y por el otro, orgullosa de sus propios pensamientos y
suposiciones, viendo a Zero.
Tenía razón, es el hermanito menor de
Jack…
—mira una foto en su mano, donde está Bruce, Jack y Johnny uno al lado del
otro, con Erik en el medio, bajo Jack, que lo abraza con sus fuertes brazos.
Jack, idéntico a Erik, o Erik idéntico a él—. Esa manera de pelear, esa fuerza inhumana sólo podía ser de Jack…
Rebeca
se acerca a Zero, lo mira entero, lo mira a los ojos celestes, con tristeza.
Intenta tocarlo pero él la esquiva serio y le corre la mano, casi con
desprecio, tomándolo como un ataque. Nuevamente intenta tocarlo, pero él le
frena la mano mirándola, serio, inexpresivo.
—¿Erik? Erik, ¿qué te hicieron?
—¿Erik...?
¿Ese es… mi nombre? — la mira confundido, doblando el cuello. Ella lo toma del
rostro, sin darle tiempo a esquivarla.
—¡Erik!
¡Decime por favor que te acordás de quien soy!
—No…
recuerdo… —le mira los ojos, frunce el ceño, mirando esos ojos de color
distinto, recordando algo…— Tus ojos… son diferentes…
—¡Son
feos y raros! —suspira y piensa—. Por
favor, acordate de eso, ¡por favor!
—Diferentes…
no significa raro, son… lindos…—la mira fijo a los ojos, recuerda a Rebeca de niña,
sus ojos tímidos, inocentes y llenos de dulzura, su pequeño rostro redondo y
rosado. Se agarra la cabeza adolorido, los recuerdos lo lastiman, recordar lo
lastima, recordar lo que le habían obligado a olvidar. Grita de dolor,
sintiendo que su cerebro se oprime.
—Erik,
prometiste que me cuidarías, que… que jamás dejarías que me pase nada,
prometiste que no me dejarías sola, no… ¿no lo recordás? ¡Me diste tu palabra
de hombre! — las lágrimas se niegan a dejar de caer.
—¿Yo…
prometí...? No recuerdo… no…
—¿Y
esto? —se desata el pañuelo rojo de la bota y se lo muestra—. ¿No te acordás?
—Eso
es mío, yo… se lo di a… —se agarra la cabeza adolorido, gritando de dolor,
hasta dejarse caer al suelo de rodillas, sufriendo. Todos lo miran asustados,
confundidos.
—Me
lo diste a mí, me lo diste a mi Erik… te lastimaste por mi culpa ese día…
—Yo…
yo protegía…
Erik grita
nuevamente, comienza a recordar imágenes del pasado, recuerda a Rebeca llorando,
su sonrisa dulce y tímida, sus ojos. Recuerda su largo cabello negro que
bailaba en el aire al corretear, sus miles y miles de preguntas. Su manera de
esconderse tras él al escuchar algún sonido extraño, y su rostro sereno al
dormir junto a él. Recuerda cuando él se lastimó la mano protegiéndola, cuando
la curó, cuando la llevaba a caballito, cuando ambos se lastimaron con el
ataque del militar; y por último se acuerda cuando se lo llevaron los militares.
Grita de dolor, ese dolor punzante, agonizante, esas puntadas en la cabeza que
lo atormentan junto con los recuerdos olvidados. Siente que un taladro tortura
su cerebro, que se lo exprimen. Le sangra la nariz por el esfuerzo, hasta caer
desmayado, inconsciente. Rebeca se acerca a él y lo sacude en sus brazos. MADRE
los mira, seria.
—Vuélvanlo
a atar hasta que sea momento de liberarlo…
—Pero
MADRE, no pensará soltarlo ¿verdad? —Joel la mira, afligido.
—Sí,
un trato es un trato, Rebeca rompió las reglas, él ganó…— suspira y voltea,
saliendo de ahí.
Rebeca
se pone de pie, mirando a todos a su alrededor, pero sin mirar a nadie. Con la
mirada perdida, buscando algo desconocido. Ve a todos observar a Erik con
desprecio, a Erik, a su amigo de la infancia, su primer amigo, el que le salvó
la vida más de una vez, el que se hirió constantemente por su culpa, el que no
comía hasta ver que ella se saciaba. El que ahora es un Hunter, el primer
Hunter creado, el Hunter N° 00.
Sale
corriendo del lugar, se siente estúpida, impotente, decepcionada, deprimida.
Corre hacia el cuarto de las mujeres y se deja caer en la parte de debajo de
una cama cucheta, su cama. Se refriega los ojos llorando, preguntándose qué
pasó, porqué, preguntándole a Dios porqué permitió que le hicieran eso a un
chico tan dulce como él, ahora hecho un hombre que sólo sirve para matar, que
obedece órdenes como un robot.
Joel
entra enseguida y la ve sentada refregándose los ojos, se agacha frente a ella
mirándola con tristeza.
—Hey,
Rebeca… ¿por qué hiciste eso? ¿Por qué rompiste las reglas? Pudiste haber
ganado… hey, no llores… —le seca las lágrimas—. ¿Por qué lloras? ¿Es porque
perdiste?
—No
es eso, es que… yo conozco a ese Hunter —baja la mirada con tristeza, llorando
con más fuerza—. Era amigo mío… —Joel abre los ojos como platos, y se impulsa
hacia atrás casi cayéndose al suelo, mientras que ella continúa— Él es Erik, el
amigo que te conté… —aprieta el pañuelo rojo de Erik en su mano, llena de ira—.
Esos hijos de puta lo convirtieron en una cosa…
—cierra los ojos llorando llena de odio—. Los voy a matar, juro que los
voy a matar… —se cubre el rostro llorando desconsoladamente—. Me siento tan
sola…
—Hey,
no estás sola…—la abraza, acariciándole el cabello corto—. Pero, ¿qué vas a hacer?
Él ahora es un Hunter, no importa si era tu amigo, ahora sólo es una máquina de
matar, algo inútil. Lo mejor sería matarlo, no podemos liberarlo. No importa
quién fue, ¡ya no te recuerda! —Rebeca lo empuja, mirándolo con odio.
—¡Ya sé
que no me recuerda! ¡Ya lo sé! ¡No hace falta que me lo digas!
—P-perdón…
no quise hacerte sentir mal
—¡Jamás
entenderías lo que siento! ¡Porque sos un egoísta que sólo piensa en si mismo!
—Hey,
¿por qué decís eso? No es cierto… —frunce el ceño.
—Yo
peleaba para vengar a Erik, porque quería ser fuerte por él. Peleo por Dante,
pero vos ¿por qué peleás? Sólo peleás por fama, para tener mas victorias
acumuladas, peleás por la gloria… vivís hablando de Levi, pero sin embargo él
arriesga la vida para salvar a los demás, aunque lo odien… ¡vos jamás harías
eso!
—En
eso estás muy equivocada… —se pone de pie dándole la espalda—. Yo no… no
importa, te dejo sola…
Un
rato después MADRE libera a Erik, recordándole el trato de no revelar nada
sobre ellos. Mientras que Joel está sentado en las escaleras metálicas, rotas y
oxidadas que están cerca de la entrada, fumando, mirando a Erik alejarse con su
espada enorme, su traje y su casco. Aprieta el puño recordando lo que Rebeca le
dijo, sintiéndose culpable.
—¿Tan
basura soy? ¿Tanto… que hasta Levi es mejor que yo? Pero, yo si arriesgaría mi
vida para salvar a los demás, para salvarte… —baja la mirada con tristeza,
escuchando la voz de MADRE tras suyo.
—Parece
que te peleaste con Rebeca… —sonríe, él gira para verla, luego baja la mirada.
—¿Tan
egoísta soy…?
—¿Te
digo la verdad o seguimos siendo amigos? —sonríe levantando una ceja, él
aprieta los labios.
—Así
que si es verdad, soy una basura…
—No
sos una basura, pero tenés que admitir que sos muy egoísta y egocéntrico. Discriminás
a los demás por ser diferentes, en especial a Levi, que es un chico muy dulce y
con un gran corazón…
—No
entiendo, ¿por qué lo quieren tanto? Es un maldito demonio, un asesino…
—¿No
lo somos todos hoy en día?
—¿Por
qué? ¿Por qué Rebeca llora por ese Hunter? Era su amigo… pero ahora es un
Hunter, ¡ni la recuerda!
—Joel,
si perdieras a Rebeca y después de tantos años la volvieras a encontrar, y ella
no te recordara, ¿cómo te sentirías?
—Me
sentiría muy triste, muy solo…
—Además
ya perdió a Dante, debe estar sufriendo mucho, sigue queriéndolo y debe sentir
su ausencia al ahora saber que también perdió a su amigo de la infancia…
—Dante,
ese si que era un gran hombre y un gran guerrero… —suspira con tristeza.
—Sí,
lo era, era como tu padre, si Dante estuviera con vida… podría reemplazarme
tranquilamente… —voltea para irse.
—MADRE,
¡no diga eso! Si algo le pasara, no sé, no sé cómo podríamos seguir todos…
—Algún
día me voy a ir Joel, no se puede escapar al destino, la muerte es algo
inevitable, y luego de tanto dolor serían unas bellas vacaciones merecidad… —camina
hacia la Resistencia, dejándolo solo, pero al llegar a la entrada se apoya en
la puerta jadeante, agarrándose el pecho con dolor, sudando. Se cubre la boca y
vomita sangre en la palma de su mano, mira ese rojo en su mano con tristeza—. Sé que pronto me voy a ir… ese… es el
destino que me gané por ser quien soy…
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